Ubicado en ángulo NE del cerro-amesetado, emplazamiento de la villa, se alza el castillo de Monteagudo que, a partir del primer tercio del siglo XX pasará a sobrenombrarse “de las Vicarías”. Su posición estratégica le permite dominar un amplio horizonte y controlar el itinerario del río Nágima, cordón umbilical entre el Valle del Ebro y la Submeseta Norte. Esta circunstancia geográfica, fue crucial durante el medievo, tiempos de permanente alarma militar, primero frente al Islam y posteriormente por la rivalidad entre los reinos de Castilla y Aragón.
Sus orígenes se remontan al siglo XI, siendo el germen inicial una atalaya árabe, posteriormente reconvertida en la actual torre del homenaje, cuya misión era vigilar la línea fortificada de frontera o marca superior, con cabecera en Zaragoza, establecida por Al-Ándalus. Reconquistada y repoblada esta tierra de frontera, al tiempo que se van afianzando territorialmente los reinos de Castilla y Aragón, a partir del siglo XII, la fortificación se consolida y amplía, convirtiendo a Monteagudo, una vez más, en posición geoestratégica entre ambos territorios. La importancia de la villa y señorío queda culminada cuando el rey Enrique IV de Castilla les otorga les título condal.
La enorme masa pétrea, armoniosa en su forma y esbelta su figura, atesora tantos siglos de historia que bien merece el respeto, la consideración y, sobre todo, preservarlo para generaciones futuras. La actual estructura data del siglo XV, en íntima conexión artística e histórica con la Iglesia; el edificio tiene planta pentagonal, destacando, preferentemente, la facha principal encarada a la plaza, con puerta de acceso bajo arco apuntado, defendida por sendos matacanes de perfecta ejecución, en cuyo frontispicio luce distintivo escudo de armas con los emblemas de las dos familias matrimoniadas, Mendoza y Enríquez; en la cara SE, a los pies de la torre del homenaje, se abre una puerta falsa de similar diseño a la principal, aunque más austera.
En los ángulos del sólido edificio se levantan torres, de diferente volumen y variada geometría, con una doble finalidad: arquitectónica, como refuerzo de los paramentos; y funcional, con estancias para usos diversos, moradas señoriales, cuartos de guardia, dormitorios de tropa, cuadras,…etc. Gran belleza, en su proyección, tiene la torre del ángulo este o torre del homenaje; en primer lugar, por su diseño, al trazarse mediante una doblez poligonal: octogonal en el exterior y hexagonal en el interior; en segundo lugar, por el desafío a la gravedad pon la vertiginosa altura; y en tercer lugar, por la perfección técnica en sus caras y aristas. Interiormente consta de tres cuerpos; el inferior, macizo; el medio, con función de estancia-dormitorio de los señores de la Villa; y el superior, estancia militar y cuerpo de guardia. También la plataforma superior o almenado cumplía una función esencial, al ser espacio de vigilancia y control militar o defensivo, al que se accedía por una diminuta puerta, especie de tronera, abierta en el muro.
Fuerte personalidad muestra el torreón cilíndrico acostado sobre la plaza, al construirse mediante la superposición de dos cuerpos concéntricos de diferente diámetro y variada arquitectura, exterior e interior; el cuerpo inferior, al ejercer la función sustentante, es muy robusto y casi ciego; y en el superior, contrariamente, se abren tres vanos y está cubierto con bóveda de media naranja o en vuelta de horno, mediante hiladas de sillares, de perfecta arquitectura; destaca, igualmente, la puerta en ángulo recto que comunica este piso con dependencias del palacio.
Otro elemento importante del castillo, es el camino de ronda o adarve, que discurre sobre el perfil almenado; transitable actualmente, no sin cierto peligro, comunicaba las dependencias militares con los puntos de defensa de la fortaleza, sobre todo el torreón cuadrilongo del ángulo este, desde donde se contempla una espectacular panorámica de belleza insuperable.
Las dependencias interiores, patio, estancias y habitaciones, fueron reconvertidas durante el siglo XVI, en palacio renacentista, con una magnífica galería porticada y decorada en el piso superior, con imitación de “candelieri”. Un pasadizo abierto en este corredor daba acceso a la Iglesia; inicialmente, a una balconada junto al Altar Mayor, lado de la epístola; y posteriormente al coro, tras su construcción bajo el mecenazgo de los condes.
Aunque no está confirmado, arqueológica ni documentalmente, parece muy probable la existencia de un túnel que, o bien comunicaría el castillo con el río, o bien, simplemente con el exterior de la muralla o de la fortaleza; en cualquier caso, actualmente, no queda constancia física. Sin embargo, parece confirmarse la existencia de un posible nevero en el paramento norte del patio interior.
Texto: Antonio Ruiz López.