Junto a la Iglesia y el Castillo, el “cementerio viejo”, debe considerarse como elemento indisociable de Monteagudo; dos razones, una histórica y otra simbólica, además de otras, acreditan la afirmación; en primer lugar, el argumento histórico permite admitir que el Cementerio o Campo Santo, constituye una parte importante de la historia del XIX, al estar enterrados todos los coléricos fallecidos en las cuatro epidemias importantes sucedidas a lo largo del siglo, sobre todo la última de 1885, con 286 finados, que obligó a ampliar el espacio; y, en segundo lugar, un argumento evocativo, el simbolismo también ha de ser un activo a preservar, la presencia y visibilidad de este sagrado lugar ha de imposibilitar e impedir que se pierda la memoria de nuestros predecesores, manteniendo vivo el recuerdo de nuestros antepasados.
Su construcción data de 1834, cuando las autoridades civiles y eclesiásticas de la villa, ante la alarmante colmatación de cadáveres en la Iglesia, con el consiguiente peligro para la salud pública, determinan habilitar un nuevo espacio, extrarradio del núcleo murado urbano; al mismo tiempo cumplen con la ley, dictada a finales del siglo XVIII y principios del XIX, que prohibía efectuar enterramientos en las Iglesias. Este hecho fue premonitorio, puesto que en el verano de 1834, Monteagudo fue azotado por la primera epidemia colérica, con un elevado número de víctimas, que no se hubieran podido enterrar en la Iglesia por la saturación.
El recinto quedó clausurado en 1939 tras unos agitados años con interferencias políticas de variada índole; la razón que esgrimieron las autoridades competentes para proceder a un cierre no traumático fue similar a la que se expuso para concluir las inhumaciones en la iglesia, la saturación de sepulturas con el consiguiente problema de remoción de restos, sabiendo que había enterrados circa 2750. Actualmente, a pesar de que se han revocado los paramentos de tapial, sería conveniente, o mejor obligatoria, una reforma para mantener y conservar en pie, evitando su ruina, la sencilla pero vistosa portada, puesto que presenta cierto deterioro.
Texto: Antonio Ruiz López.